Cuando hablamos de biodiversidad, muchas veces la imaginamos como algo lejano: grandes bosques, humedales protegidos, reservas naturales… Lugares donde parece que ocurre “lo importante”. Pero la realidad es mucho más cercana (y mucho más emocionante): la biodiversidad también vive en nuestras ciudades. En los parques donde paseamos, en las aves que anidan en nuestras fachadas, en los gatos comunitarios que forman parte del paisaje urbano, en los insectos que polinizan esos árboles que nos regalan sombra en agosto.
Y aquí viene lo interesante: esa biodiversidad tiene valor. Valor ecológico, valor social… y un valor económico que empieza a reconocerse internacionalmente a través de los créditos de biodiversidad.
Una herramienta todavía emergente, pero llamada a transformar cómo protegemos la naturaleza: en lo rural, sí… pero también en lo urbano.
¿Qué son los créditos de biodiversidad?
Los créditos de biodiversidad son un mecanismo que permite medir, certificar y financiar mejoras reales en los ecosistemas.
Si una ciudad, una empresa o una administración consigue aumentar la biodiversidad de un espacio —más especies, mejores hábitats, restauración del ecosistema, conectividad verde— ese impacto positivo puede registrarse y convertirse en un crédito.
Esos créditos pueden utilizarse para:
- compensar impactos ambientales,
- cumplir nuevas normativas europeas,
- atraer financiación verde,
- o demostrar compromiso climático ante ciudadanía y organismos reguladores.
La clave es siempre la misma: no hay crédito sin datos verificables.
Y ahí es donde empieza la revolución.
¿Por qué las ciudades están entrando en este mercado?
Porque Europa lo está pidiendo.
La Estrategia de Biodiversidad 2030, el Green Deal, la nueva taxonomía verde y los marcos de cumplimiento ambiental apuntan a un mismo rumbo:
ciudades que restauran naturaleza, regeneran espacios degradados y miden su impacto de forma objetiva.
Las ciudades no solo pueden:
deben demostrar que cuidan su biodiversidad.
Y aquí es donde cobra sentido cada acción pequeña:
cada árbol plantado, cada humedal urbano recuperado, cada colonia felina estabilizada, cada mejora en la fauna urbana.
Todo suma. Pero solo si está medido.
De observar a medir. De medir a valorar. De valorar a actuar.
Hasta ahora, la biodiversidad urbana era algo que “sabíamos que existía”, pero que no estaba bien cuantificada.
¿Cuántas especies conviven en un barrio?
¿Dónde están los puntos críticos?
¿Dónde gana biodiversidad una ciudad… y dónde la pierde?
Sin datos, no hay política pública.
Y sin política pública, no hay impacto real.
Zoometrics nació justo por eso: para entender y cuidar la biodiversidad urbana con evidencia.
Porque si podemos medirla, podemos mejorarla.
Y si podemos mejorarla, podemos valorarla.
Cómo Zoometrics pone las bases de los futuros créditos de biodiversidad
Los módulos de Zoometrics generan datos auditables, anonimizados y alineados con estándares europeos.
Esto permite a los municipios:
- cuantificar el estado real de su biodiversidad urbana,
- monitorear tendencias con precisión,
- demostrar mejoras con evidencia,
- y construir indicadores robustos de impacto ambiental.
Registros claros, trazabilidad, mapas de especies, evolución temporal, evidencias verificables…
Exactamente los requisitos que pedirá el mercado europeo de créditos de biodiversidad cuando esté plenamente operativo.
Zoometrics no vende créditos.
Pero sí crea la infraestructura digital necesaria para que, cuando ese mercado madure, los municipios estén preparados:
con datos, con evidencia y con un histórico sólido.
Porque quien no mida hoy… no podrá valorizar mañana.
La biodiversidad urbana ya no es solo un “bonito ideal”: es una pieza esencial de cómo las ciudades del futuro serán sostenibles, resilientes y saludables.
Y si algo he aprendido estos años es que la transformación empieza siempre igual: mirando lo que ya tenemos, midiéndolo bien y atreviéndonos a cuidarlo mejor.
Y quién sabe… quizás, dentro de poco, esos datos se conviertan también en oportunidades para nuestros municipios.